lunes, junio 16, 2025
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De la medicina al periodismo. Un mismo propósito, diferentes caminos

Por: Carol G. Martínez Medina

Desde niña, siempre sentí dentro de mí un deseo muy claro: ayudar a los demás. No sabía cómo lo haría, ni en qué momento, pero esa intención era como un fuego suave que me acompañaba en todo lo que soñaba y hacía.

Como muchos niños, yo decía que quería ser doctora. La medicina me parecía la forma más hermosa de tender la mano a quienes lo necesitaban. Por eso, a finales de los años 90, decidí estudiar medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Fueron años de mucha entrega y aprendizaje. Recuerdo con cariño a dos personas que marcaron profundamente mi camino. El maestro Julio Ravelo Astacio no solo enseñaba con palabras, sino con el ejemplo; con su manera de explicar y su paciencia, nos mostró que ser médico no era solo una carrera, era una forma de servir. Aún hoy, cuando me enfrento a decisiones difíciles, me pregunto: ¿qué habría pensado el maestro Ravelo? Su voz sigue guiándome, aunque él nunca supo cuánto me inspiró.

También tuve la suerte de tener cerca a la doctora Gissell Vázquez, una mujer sabia, cálida, de esas que no solo enseñan ciencia sino también humanidad. Un día, en una de sus clases, dijo algo que se quedó grabado en mí:

“Nuestro cuerpo, con todos sus genes, es un milagro. Pero más allá de lo que llevamos en la sangre, lo que realmente nos define es lo que llevamos en el alma: el amor”.

Sus palabras me enseñaron que la medicina no es solo curar enfermedades, sino tocar vidas, acompañar a las personas en sus miedos, sus esperanzas, sus momentos más frágiles. Eso era lo que yo quería hacer.

Sin embargo, la vida me puso una prueba dura. Por dificultades económicas y familiares, tuve que dejar la carrera cuando ya estaba bien avanzada. Fue una de las decisiones más dolorosas que he tomado, me sentí triste, frustrada, como si hubiera perdido el rumbo. Pero con el tiempo entendí algo importante: cuando uno tiene claro su propósito, la vida siempre abre otra puerta.

Esa otra puerta fue el periodismo. Lo que había empezado como un trabajo de reportera gráfica (camarógrafa) se transformó en una pasión y un nuevo camino para cumplir mi misión de ayudar. Descubrí que las palabras también pueden sanar. A través de la comunicación se puede educar, orientar, prevenir, calmar ansiedades y despertar esperanzas.

Recuerdo una experiencia que marcó mi corazón. Cubriendo un brote de dengue en una comunidad, compartimos información sencilla y clara sobre cómo prevenir los contagios. Al terminar la cobertura, una señora se acercó, me agarró la mano con fuerza y me dijo:
“Gracias por lo que dijeron hoy. Ahora sé cómo cuidar mejor a mis nietos.”
Su mirada tenía una gratitud tan sincera que, en ese instante, entendí que también desde la comunicación se salvan vidas.

Hoy miro hacia atrás y me doy cuenta de que, aunque no terminé con una bata, encontré otra herramienta: la pluma, la cámara, el micrófono. Desde aquí también puedo servir y aportar al bienestar de las personas.

Moraleja
A veces la vida no nos lleva por el camino que imaginábamos… pero siempre nos lleva al lugar donde más nos necesitan. Lo importante no es el título ni la profesión, sino la intención con la que tocamos la vida de los demás, cuando uno tiene un propósito claro y el corazón dispuesto, cualquier camino se convierte en un puente para ayudar.

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