martes, abril 29, 2025
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De la medicina al periodismo de salud

Desde pequeña, sentí que mi propósito en la vida era ayudar a los demás, aunque no sabía exactamente cómo lo lograría, algo dentro de mí me decía que esa sería mi misión, mi sueño era ser médico, y, a finales de los años 90, alrededor de 1999 o 2000, decidí ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) con la firme convicción de que la medicina era el camino para cumplir este propósito.

Durante mis estudios, dos figuras clave se convirtieron en mis guías y dejaron una huella profunda en mi visión sobre la salud y la medicina. Una de ellas fue el maestro Julio Ravelo Astacio, cuya enseñanza en las asignaturas cursadas fue fundamental para mi formación, aunque él nunca supo el impacto que tuvo en mí, su influencia sigue viva en mi vida hasta hoy.

La otra persona, mi querida mentora Gissell Vázquez, genetista, no solo me proporcionó herramientas técnicas para comprender la medicina, sino que también me dio una visión más profunda de lo que significa ser humano.

Recuerdo claramente una de sus enseñanzas más poderosas: “Nuestro cuerpo, a nivel genético, es un milagro; somos extraordinarios, hechos de infinitas conexiones y posibilidades, pero lo más importante, lo que realmente nos define, no es solo nuestra genética, sino lo que hay en nuestro ADN más profundo, el amor”, su expresión esta cerca de esto que recuerdo y escribo con tanta gratitud, pudo ser más.

Estas palabras resonaron profundamente en mí, ya que comprendí que la medicina no solo se trata de curar enfermedades, sino de entender a las personas en su totalidad que somos seres completos llenos de emociones, pensamientos y, sobre todo, espiritualidad y amor.

Fue entonces cuando empecé a entender que mi camino en la medicina iba más allá de lo clínico; sin embargo, debido a dificultades económicas y familiares, me vi obligada a tomar la dolorosa decisión de abandonar la carrera de medicina cuando estaba alrededor del sexto semestre; un momento de incertidumbre, pero también de reflexión, cabe destacar que aunque mi sueño de ser médico se desvaneció, mi deseo de ayudar a los demás seguía vivo.

El destino tenía otros planes para mí, y me adentré en el mundo del periodismo, un campo que siempre me había interesado, pero que nunca imaginé que sería el vehículo a través del cual continuaría mi misión.

Comencé a estudiar periodismo y todo lo que implicaba, porque antes de, ejercía como reportera grafica (camarógrafa) y pronto descubrí que, a través de las palabras, podía ayudar a las personas de una manera diferente.

Que la forma de comunicar, podía educar, prevenir, informar e inspirar, y lo más importante, pude comprobar que esa era una realidad tan poderosa como cualquier tratamiento médico.

A medida que continuaba el mundo del periodismo, entendí que la salud no es solo lo físico, es un bienestar integral que incluye lo emocional, mental y social, precisamente la comunicación me permitió seguir cumpliendo mi misión, no solo ayudando a los demás, sino también a mí misma, ya que descubrí que la información y la educación en salud también son formas de sanación.

Las palabras tienen un poder transformador: pueden cambiar vidas, prevenir enfermedades y salvarlas, precisamente, había sentido fascinación por la escritura desde que era pequeña y la comunicación, pero no imaginaba que sería el periodismo el camino por el cual seguiría cumpliendo mi propósito.

Una de las experiencias más significativas en mi carrera ocurrió mientras cubría un brote sanitario en una comunidad vulnerable, como suele suceder cuando los periodistas estamos en el terreno, la gente se aglomera a nuestro alrededor, curioseando y observando cada paso que damos.

En ese momento, estaba realizando una cobertura en vivo, lo que nosotros llamamos un “falso en vivo”, donde hablaba sobre las medidas preventivas, qué hacer para protegerse y cómo evitar el contagio de esa situación que estaba cubriendo, cuando terminé la intervención, una señora se acercó a mí y al equipo de trabajo y nos dijo que, siempre veía el canal de noticias en el que trabajábamos y que, gracias a una de las noticias que habíamos dado, pudo entender mejor la situación, su rostro reflejaba una gratitud tan profunda que me conmovió por completo.

Lo que realmente me tocó ocurrió meses después; estaba viajando en una guagua pública cuando una anciana me reconoció y, con una sonrisa, me dijo: “Hola, joven, usted es periodista, ¿verdad?”. Le respondí que sí, y me miraba admirada, como si no pudiera creer que me tuviera frente a ella.

Entonces, me dijo: “Yo la veo en la televisión; ustedes los periodistas saben de todo”. Y, como si recordara un detalle muy importante, continuó: “Yo la vi cuando hablaba sobre el cólera, ¿usted recuerda?”; le respondí que sí, que lo recordaba, aunque no tenía la fecha exacta.

En ese momento, toda la guagua comenzó a mirarnos, y el ambiente cambió, pasé de ser la entrevistadora a ser la entrevistada, ya que todos los pasajeros, al verme, empezaron a preguntarme sobre la situación sanitaria y hasta temas de política.

La conversación se fue extendiendo hacia temas de salud pública, especialmente sobre enfermedades respiratorias, la famosa “gripe mala” y otras infecciones comunes, al final, la señora me agradeció profundamente con un gesto lleno de cariño: “Gracias a la información que usted dio, pude cuidar mi vida y la de mi nieta.

Siempre espero escuchar más de usted en el noticiero, Carol Martínez del lugar de los hechos; lo dijo tal cuál jejejeje”, me causó mucha gracia que no solo reconociera mi rostro, sino que también supiera mi nombre, sinceramente me hizo reír, de alguna manera, me sentí más cercana a ella, como si compartiéramos algo más que solo información.

Al ingresar a este campo, descubrí un nuevo lenguaje de sanación: las palabras; aunque la medicina clínica ya no era una opción, entendí que la comunicación en salud tiene el mismo impacto que cualquier tratamiento médico y también que ambos se complementan.

Mi carrera en los medios me enseñó que la salud no se limita a los hospitales ni a los tratamientos médicos, la salud es más que eso: es prevención, bienestar, dignidad y conciencia.

A través de la comunicación, he podido ayudarme a mí a las personas de manera significativa, orientando, educando y promoviendo comportamientos saludables, porque contar historias, compartir datos relevantes y dar recomendaciones precisas puede transformar vidas de una manera profunda.

Hoy, mirando atrás, entiendo que, aunque mi camino no fue el que originalmente imaginé, no dejé de cumplir mi propósito, la medicina, en su forma más amplia, también se ejerce a través de la comunicación, esa educación y el acompañamiento.

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